Web del Ceip Rodríguez Marín

lunes, 17 de febrero de 2014

Cuento "Fantasía escolar"

Envío o cuelgo la última tontería que he escrito. Espero que le sirva a alguien. Además del placer de leer el relato, es decir, la animación a la lectura propiamente dicha, creo que puede usarse para trabajar:

       -La comprensión lectora escrita.
       -La comprensión lectora oral.
       -La educación en valores.
       -Las normas de uso y cuidado de los materiales escolares.
       -La dramatización.

Un saludo.
Antonio Gómez 
(4ºE)


FANTASÍA ESCOLAR


       -¡Gorda! –le dijo el lápiz a la goma.
       -¡Canijo! –le contestó la goma al lápiz.
       -¡Gorda! –volvió a gritarle el lápiz más fuerte.
       -¡Canijo! –volvió a contestarle la goma, con más ganas todavía.
       -¡Borrad eso, borrad esos insultos! –aconsejó desde lejos el borrador de la pizarra, que era un experto en lo de borrar.
       -No está bien insultar a nadie. Cada persona tiene su nombre –intervino la regla, que se las sabía todas, todas las normas, se entiende.
       -¡Él ha empezado primero! –se justificó la goma.
       -¡Pero ella también me ha insultado! –se defendió el lápiz.
       -Esta discusión no os llevará a ninguna parte. Es como una espiral –dijo el cuaderno mostrando la espiral de alambre que cosía sus hojas.
       -Tenéis que pasar página –dijo el libro de texto.
       -Eso, eso: borrón y cuenta nueva -dijo el bolígrafo azul  soltando más tinta de la cuenta, pues estaba escribiendo sobre el cuaderno y este lo había movido al enseñar su espiral de alambre.
       -¡Yo solo hago mi trabajo: escribir! –dijo el lápiz.
       -¡Y, yo, el mío: borrar! –dijo la goma.
       -¡Pues, borra! ¡Pero borra bien, sin dejar huella y solo lo que tengas que borrar! ¡Que no miras por dónde vas! –le espetó el lápiz dándoselas de agudo.
       -¡Mira quién fue a hablar! ¡Mira quién fue a dar clases de cómo hacer las cosas! ¡Pues escribe bien tú y no te equivoques! ¡Que no distingues una b de una v, ni una s de una z, ni una j de una g,...! ¡Y de las h no hablamos! –contestó furiosa la goma, que se quedó más a gusto que un cochino en un charco cuando le soltó al lápiz todo esto.
       -¡Y tú, a ver si soplas y quitas las mijillas cuando borres, que todavía no te has enterado de que se pegan por todas partes: en los cuadernos, en los libros,...! ¡Que de higiene andas un poquito cortita, hija! –le contestó el lápiz.
       -¿Me estás llamando... me estás llamando eso que estoy pensando? ¡No lo puedo creer! ¡Pues, mira, hablando de higiene: a ver si le dices tú al sacapuntas que te dé un repasito de vez en cuando y te saque las virutas, que lo tuyo no es punta, es talón, que lo que tú haces, que lo sepas, no son rayas ni letras ni números, son macarrones! –se defendió la goma.
       -Si es por eso, no os preocupéis, que eso lo arreglo yo –terció el sacapuntas en tono cortante. En realidad, el sacapuntas estaba más grueso que la goma, pues era uno de esos sacapuntas modernos que tienen depósito, por lo que tenía una simpática forma de huevo.
       -¡Qué dolor de cabeza! –se lamentó la mesa-. ¡Y que tenga yo que soportarlo todo!
       -Dejadlo ya. Cada uno somos como somos y cada uno tenemos nuestra función, nuestro trabajo –intentó poner paz de nuevo la regla-. Así es más bonito: todos diferentes y todos útiles e importantes.
       -¡Qué bien habla esta chica! –dijo el bolígrafo rojo.
       -¡Me ha llamado... me ha llamado... –se quejó la goma.
       -¡Lo mismo que tú a mí! –se quejó también el lápiz-. ¡Y que sepas que yo no estoy canijo: estoy elegante! ¡Y que me arreglo la punta siempre... siempre que hace falta, guapita de cara!
       -¡Pues yo no estoy gorda: estoy en el peso que tengo que estar! ¡Es más, guapito de cara: estoy cada vez más delgada!
       -¡Bueno, ya está bien de discusiones, que parecéis niños chicos! ¡Cada mochuelo a su olivo! –gritó el estuche.
       -¡¿A dónde?! –preguntaron todos, sin entender lo que quería decir el estuche.
       -¡A recogerse, que son las dos menos cinco! –explicó el estuche.
       Ante este argumento tan contundente, todos salieron corriendo a meterse en el estuche y en la mochila, profiriendo expresiones como:
       -¡Toma!
       -¡Se acabó el trabajo!
       -¡Vamos pa casa, nenes y nenas!
       -¡Me cierro y me abro, colegas!
       -¡Ya me estoy tirando de cabeza a la mochila!
       Bueno, todos no salieron corriendo a meterse en el estuche y la mochila porque, el compás, que no se había metido en la discusión en ningún momento ni se había enterado de nada, seguía a lo suyo: girando sobre un pie parecía hacer pasos de ballet en busca del círculo y la circunferencia perfectos:
       -Plié, relevé,... Plié, relevé...

      
                                                       Antonio G. Ojeda
                                              Osuna, 02 de Febrero-2014



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