Envío o cuelgo la última tontería que he
escrito. Espero que le sirva a alguien. Además del placer de leer el relato, es
decir, la animación a la lectura propiamente dicha, creo que puede usarse para
trabajar:
-La comprensión lectora escrita.
-La comprensión lectora oral.
-La educación en valores.
-Las normas de uso y cuidado de los materiales escolares.
-La dramatización.
Un saludo.
Antonio Gómez
(4ºE)
-La comprensión lectora escrita.
-La comprensión lectora oral.
-La educación en valores.
-Las normas de uso y cuidado de los materiales escolares.
-La dramatización.
Un saludo.
Antonio Gómez
(4ºE)
FANTASÍA
ESCOLAR
-¡Gorda!
–le dijo el lápiz a la goma.
-¡Canijo!
–le contestó la goma al lápiz.
-¡Gorda!
–volvió a gritarle el lápiz más fuerte.
-¡Canijo!
–volvió a contestarle la goma, con más ganas todavía.
-¡Borrad
eso, borrad esos insultos! –aconsejó desde lejos el borrador de la pizarra, que
era un experto en lo de borrar.
-No está
bien insultar a nadie. Cada persona tiene su nombre –intervino la regla, que se
las sabía todas, todas las normas, se entiende.
-¡Él ha
empezado primero! –se justificó la goma.
-¡Pero
ella también me ha insultado! –se defendió el lápiz.
-Esta
discusión no os llevará a ninguna parte. Es como una espiral –dijo el cuaderno
mostrando la espiral de alambre que cosía sus hojas.
-Tenéis
que pasar página –dijo el libro de texto.
-Eso,
eso: borrón y cuenta nueva -dijo el bolígrafo azul soltando más tinta de la cuenta, pues estaba
escribiendo sobre el cuaderno y este lo había movido al enseñar su espiral de
alambre.
-¡Yo solo
hago mi trabajo: escribir! –dijo el lápiz.
-¡Y, yo,
el mío: borrar! –dijo la goma.
-¡Pues,
borra! ¡Pero borra bien, sin dejar huella y solo lo que tengas que borrar! ¡Que
no miras por dónde vas! –le espetó el lápiz dándoselas de agudo.
-¡Mira
quién fue a hablar! ¡Mira quién fue a dar clases de cómo hacer las cosas! ¡Pues
escribe bien tú y no te equivoques! ¡Que no distingues una b de una v, ni una s
de una z, ni una j de una g,...! ¡Y de las h no hablamos! –contestó furiosa la
goma, que se quedó más a gusto que un cochino en un charco cuando le soltó al
lápiz todo esto.
-¡Y tú, a
ver si soplas y quitas las mijillas cuando borres, que todavía no te has
enterado de que se pegan por todas partes: en los cuadernos, en los libros,...!
¡Que de higiene andas un poquito cortita, hija! –le contestó el lápiz.
-¿Me
estás llamando... me estás llamando eso que estoy pensando? ¡No lo puedo creer!
¡Pues, mira, hablando de higiene: a ver si le dices tú al sacapuntas que te dé
un repasito de vez en cuando y te saque las virutas, que lo tuyo no es punta,
es talón, que lo que tú haces, que lo sepas, no son rayas ni letras ni números,
son macarrones! –se defendió la goma.
-Si es
por eso, no os preocupéis, que eso lo arreglo yo –terció el sacapuntas en tono
cortante. En realidad, el sacapuntas estaba más grueso que la goma, pues era
uno de esos sacapuntas modernos que tienen depósito, por lo que tenía una
simpática forma de huevo.
-¡Qué
dolor de cabeza! –se lamentó la mesa-. ¡Y que tenga yo que soportarlo todo!
-Dejadlo
ya. Cada uno somos como somos y cada uno tenemos nuestra función, nuestro
trabajo –intentó poner paz de nuevo la regla-. Así es más bonito: todos
diferentes y todos útiles e importantes.
-¡Qué
bien habla esta chica! –dijo el bolígrafo rojo.
-¡Me ha
llamado... me ha llamado... –se quejó la goma.
-¡Lo
mismo que tú a mí! –se quejó también el lápiz-. ¡Y que sepas que yo no estoy
canijo: estoy elegante! ¡Y que me arreglo la punta siempre... siempre que hace
falta, guapita de cara!
-¡Pues yo
no estoy gorda: estoy en el peso que tengo que estar! ¡Es más, guapito de cara:
estoy cada vez más delgada!
-¡Bueno,
ya está bien de discusiones, que parecéis niños chicos! ¡Cada mochuelo a su
olivo! –gritó el estuche.
-¡¿A
dónde?! –preguntaron todos, sin entender lo que quería decir el estuche.
-¡A
recogerse, que son las dos menos cinco! –explicó el estuche.
Ante este
argumento tan contundente, todos salieron corriendo a meterse en el estuche y
en la mochila, profiriendo expresiones como:
-¡Toma!
-¡Se
acabó el trabajo!
-¡Vamos
pa casa, nenes y nenas!
-¡Me
cierro y me abro, colegas!
-¡Ya me
estoy tirando de cabeza a la mochila!
Bueno,
todos no salieron corriendo a meterse en el estuche y la mochila porque, el
compás, que no se había metido en la discusión en ningún momento ni se había
enterado de nada, seguía a lo suyo: girando sobre un pie parecía hacer pasos de
ballet en busca del círculo y la circunferencia perfectos:
-Plié,
relevé,... Plié, relevé...
Antonio G. Ojeda
Osuna, 02 de Febrero-2014
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